
El caso Djokovic: un asunto político
En primer lugar, conviene aclarar que vamos a prescindir de la grafía del serbio en su versión latina. Simplemente, decir que su pronunciación sería algo así como Dyokovich. Bueno… creo que con Djokovic todos nos entendemos. Vaya por adelantado: no se hablará aquí demasiado del citado deportista (por el momento y a falta de lo que haga Daniil Medvedev, máxima figura del tenis mundial); tampoco de tenis ni de movimiento antivacunas, temas de los que andamos más bien saturados. Por el contrario, “es la política, estúpido”, parafraseando al estratega estadounidense James Carville.
Llevamos a cabo un sucinto resumen de lo acontecido: Novak Djokovic acudió a Australia al objeto de participar en el torneo anual de tenis del Abierto de Australia. Dicha edición podía catapultar al tenista serbio al olimpo tenístico masculino, ya que, de resultar vencedor, desbancaría a Rafael Nadal y a Roger Federer en número de grandes conquistados. Las autoridades de este país han sido unas de las más estrictas en materia de lucha para la contención del SARS-CoV-2. El estado de Victoria, cuya capital, Melbourne, acoge el torneo- despliega, a su vez, su propia legislación anti COVID-19, endureciendo lo estipulado a nivel estatal. Sea como fuera, se exigía estar totalmente vacunado para poder participar en el torneo.
Pues resulta que el señor Djokovic ni se vacunó ni certificó estar totalmente recuperado de la COVID-19 que contrajo. Parece que el gran tenista serbio se equivocó al rellenar el visado. A todos los que hemos padecido lo interminable del cumplimentado de formularios si queremos ir de un país a otro, y no quiero ni pensar que me puede caer encima si se descubre que he omitido datos imprescindibles para la concesión de un visado, un trámite mucho más complicado que un viaje intracomunitario. Por dicha razón -irregularidades en la solicitud del visado- , le fue retirado el mismo. El número uno mundial echó la culpa a su equipo, pero no es menos cierto que él sabía lo que no se podía hacer antes de viajar o -mejor dicho- lo que sí debía satisfacer como conditio sine qua non para tener acceso a territorio australiano (Victoria, como se ha dicho): vacunarse. Ya todos sabemos qué pasó. Y parece que no piensa jugar los torneos donde se exija la vacunación, porque Nole no está en contra de las vacunas; faltaría más. Simplemente -dice- que “cada cual combate el coronavirus como estima conveniente” o que “su cuerpo es más importante que cualquier título”. En fin, se corre el riesgo de entrar en bucle si seguimos con las declaraciones de la estrella tenística, así como las de los negacionistas. Hay que, no obstante, valorar el empeño de Nole por intentar hacerse querer, pese a todo lo llevado a cabo en sentido contrario. Para romper una lanza por él, le honran sus declaraciones acerca de la especial querencia de su hijo por Rafa Nadal o su neutralidad en la pasada final. Pero es sólo una excepción.
En cualquier caso, lo que más llama la atención no es el embrollo mencionado, sino la campaña que, desbordando lo estrictamente deportivo, ha tenido lugar en Serbia: una campaña de apoyo incondicional a la estrella tenística, todo ello orquestado por el presidente serbio Alexandar Vucic. El mandatario serbio no se cortó un pelo en decir que Djokovic, “alojado en un infame hotel sin derecho a mudarse a la casa que había alquilado”, no estaba luchando por él mismo o por el tenis: “Novak Djokovic está luchando por su país”, ni más ni menos. Así, Nole no ha ido a Australia a ganar un Grand Slam que le convertiría en el tenista masculino más laureado de la historia, sino que su misión era luchar por Serbia. Acto seguido, irrumpe en escena el victimismo, asunto al que se volverá después, deslizando que Novak Djokovic está siendo tratado peor que el resto de los jugadores. Por dicha razón, continúa el mandatario serbio, aseguró que comunicó al deportista que toda Serbia está con él y que haría todo lo posible por poner fin a la campaña de odio orquestada contra el mejor jugador de tenis del mundo. De acuerdo con lo dicho, se trata de una persecución política, De este modo, no escatimaría esfuerzos porque, de acuerdo con el derecho internacional, “Serbia luchará por Novak, la verdad, y la justicia”. A este inusitado apoyo llegó a sumarse hasta la influyente iglesia ortodoxa de Serbia, que oró por el tenista.
Lo dicho se complementa con una serie de manifestaciones en Serbia y Montenegro en las que se portaban fotos y carteles de apoyo al tenista, reclamando al gobierno australiano que rectificara. En Belgrado, uno de los lemas de estas pancartas es “libertad para el número uno del tenis Novak”. A ello se suman las declaraciones del padre de tenista, Srdjan Djokovic. Las mismas fueron convenientemente amplificadas, pues le montaron una rueda de prensa en la que pudo explayarse a gusto. Desde el atril, expresó que su hijo nunca será derrotado por nadie y menos por el gobierno australiano. Añadió después que, en fin, el caso de su hijo era similar a la crucifixión de Jesucristo (sic), afirmación cuya peligrosidad era anunciada en tono irónico por algún periodista avezado, argumentando que, si Novak es el hijo, el padre podría ser… Dios.
Siguiendo con las autoridades del país balcánico que se agregan a la campaña, hay que destacar a Marko Kovacevic, alcalde de Nkisic, la segunda ciudad en importancia en Montenegro (después de su capital, Podgorica) con afirmaciones que ahondan en la pugna de Nole por la libertad -suponemos, de Serbia.
Naturalmente, todo lo expuesto tiene poco o nada que ver con el tenis. Pero no es nuevo: desde años ha, se ha desarrollado una tradición de victimismo -volvemos a él, como se anunció- en virtud de la cual Serbia es discriminada por gran parte de la llamada comunidad internacional. Alexandar Vucic, el vocero de dicha campaña, no es nuevo en estas lides. Se trata de un político fogueado, un apparátchik del Partido Radical Serbio (SRS y, desde 2008, Partido Progresista Serbio SNS), una formación nacionalista y en sus comienzos de extrema derecha. Vucic fue elegido con solo 22 años diputado a la Asamblea Nacional de Serbia. Durante los conflictos armados acaecidos durante el colapso de Yugoslavia en los primeros años noventa, mantuvo una actitud caracterizada por la afirmación de que el pueblo serbio se encontraba amenazado y de que todos estaban contra él, una especie de trasunto del clásico “el profe me tiene manía” . Colaboró y siguió órdenes de personajes como Vojislav Seselj, que llegó a estar acusado por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) de crímenes contra la humanidad durante la guerra. La carrera política de Vucic se gestó durante el milosevismo, llegando a ostentar el puesto de ministro de propaganda bajo Mirko Marjanovi?, primer ministro bajo el entonces todopoderoso Slobodan Milosevic: allí pudo desarrollar su obsesión recurrente del «todos contra el pueblo serbio». Su carrera progresó de manera fulgurante antes y después del fallecimiento en el TPIY de Milosevic en 2000. Vucic siguió medrando en la política de Serbia, que pasó por tres formaciones estatales: Yugoslavia, Serbia-Montenegro y, finalmente, desde 2006, Serbia). Así, detentó los cargos de primer viceprimer ministro de 2012 a 2014 y de primer ministro de 2014 a 2017 para ser, desde entonces, presidente.
En lo tocante a su labor política, es de reseñar el campo de las declaraciones, una de más sonadas y recordadas es aquella, pronunciada en sede parlamentaria y dos días antes de que tuviera lugar la matanza por parte de los serbobosnios de 8000 musulmanes en Srebrenica (julio de 1995). En su intervención aseveraba que “por cada serbio muerto, mataremos a cien musulmanes”. El emisor de semejante despropósito dirige Serbia hoy. El presidente serbio forma parte de una generación de políticos radicales y ultranacionalistas que renegaron de su pasado pasándose al europeísmo (convencidos o no en su fuero interno), pues dicha idea convenía más al país de cara a una de sus máximas aspiraciones: entrar a la Unión Europea. Actualmente Belgrado mantiene negociaciones con la Unión en ese sentido, pero hay demasiados flecos que el país debe resolver, como la corrupción generalizada, el crimen organizado, las amenazas a la libertad de prensa o expresión o el deterioro de los estándares democráticos – manipulación de procesos electorales incluida- hasta el punto que Freedom House, organización que analiza el estado de la democracia y las libertades en el mundo, ha bajado la calificación de Serbia, descartando que sea una democracia plena y colocándola en la categoría de democracia híbrida. Lo peor de todo esto es que la voluntad de Vucic para cambiar este estado de cosas es más que discutible. Tanto es así que más de un observador ha calificado el régimen existente en Belgrado como “régimen autoritario de Vucic”. El presidente, que dirige un movimiento populista, victimista y de retórica antioccidental, no recibe mejores apelativos, a saber: “peligro para la estabilidad de los Balcanes”, “amenaza para la seguridad balcánica” o incluso para Europa (no se pretende ser exhaustivos). Volviendo a Europa, la misma es otra de sus bestias negras, volviendo a la manida teoría que sostiene que la UE otorga trato de favor a otros países en detrimento de Serbia en el proceso de adhesión. Con independencia de que tal afirmación pudiera encerrar algo de verdad, lo cierto es que dicho supuesto trato discriminatorio de Bruselas tiene más que ver con el caos económico-financiero y el incumplimiento o satisfacción deficiente de los criterios estipulados por la UE para el ingreso en la organización.
Volviendo a Novak Djokovic, la campaña de “defensa” del deportista ha calado en gran parte de la población. Tengo bastantes amigos y conocidos serbios; para algunos de ellos la situación es clara: alguien que no ha podido participar en un torneo internacional de tenis por no seguir las reglas que preceptúa para ello el país organizador, no siendo objeto de diferente trato que cualquier persona de a pie. Por contra, otro grupo presenta en sus estados de mensajería instantánea y diversas redes sociales los correspondientes memes de apoyo a Djokovic, siendo una imagen recurrente aquella en la que el deportista aparece envuelto en la enseña serbia mientras se hacen llamamientos a la justicia, a la libertad o a la lucha de Djokovic, que representa a Serbia frente al malvado resto del mundo.
Quizá Djokovic ha pensado por un momento que Vucic lucha, en nombre de Serbia, por el deportista. Del mismo modo, es posible que Nole se haya podido creer que sobre sus musculados hombros descansa la pesada carga de la defensa de su país. Sin embargo, todo esto le sobrepasa: no va con él, su persona no pinta nada en este lío y solo ha sido utilizado por la clase dirigente de su país para fines ajenos a lo deportivo. No: esto no tiene nada que ver con el deporte; es, como casi siempre, política.

Antonio Francisco Rando Casermeiro (Santander, 1974) es jurista, historiador y profe. Doctor en Derecho y Relaciones Internacionales por la Universidad de Málaga, está especializado (eso dice él) en los Balcanes, antigua Yugoslavia y el este europeo -en particular, Ucrania- temas sobre los que ha escrito algunas “cosillas”. A este respecto y -aunque nadie se lo haya pedido- vuelca sin piedad dicho bagaje en el blog (no sólo) de relaciones internacionales ‘El mundo desde un taburete‘. Actualmente es profesor de español en la VHS de Colonia (Alemania). Asegura, además, ser un cuentista en todos los sentidos y disfrutar con una buena conversación.