El perro de Pavlov y los teléfonos móviles

El perro de Pavlov y los teléfonos móviles

Desde siempre me ha gustado observar al ser humano. Ver su comportamiento, su forma de comunicarse o simplemente su quietud. Recuerdo, antes del uso masivo de los teléfonos móviles, como se cruzaban las miradas perdidas en un autobús o como interactuaba una pareja en una cafetería.

Todo eso ha cambiado. Una vibración o un tono nos hace dejar lo que estuviésemos haciendo, incluso cayendo en la mala educación de dejar de atender a la persona con la que compartimos un café, o dejando de disfrutar el transcurrir de la vida en un autobús. Hemos firmado un acuerdo tácito de la prioridad vital del móvil por encima de cualquier otra cosa. Nos hemos convertido en los nuevos perros de Pávlov.

Iván Pávlov, fisiólogo ruso, se hizo popular por haber formulado el condicionamiento clásico. Pávlov predijo que los perros salivarían en respuesta a la comida que se les colocaba delante. Pero notó que comenzaban a salivar cada vez que escuchaban los pasos de su asistente, que les llevaban la comida.

Cuando Pávlov descubrió que los perros asociaban cualquier objeto, sujeto o evento con la comida (como la persona que se la servía), fue consciente del descubrimiento que había realizado. De hecho, dedicó el resto de su carrera al estudio de este tipo de aprendizaje.

Un condicionamiento similar tenemos cuando nuestro teléfono móvil nos notifica algo. Dicen los expertos que segregamos dopamina, un neurotransmisor más asociado con el placer que con la felicidad.

La navegación compulsiva (ver vídeos, jugar a juegos o revisar las noticias) pueden reducir la productividad en el trabajo o los estudios. Igual afecta a otros aspectos de nuestra vida, desde las relaciones del mundo real, hasta pasatiempos y actividades sociales. Tener miedo a perderse algo es un problema, que ya lleva tiempo tocando en la puerta de las consultas de los psicólogos.

En mi opinión es un problema social que ya tiene sobre sí a las víctimas de los accidentes de tráfico provocados por la falta de atención al usar del teléfono móvil mientras se conduce. Pero también la comunicación perdida en el entorno familiar o una falsa vida de fantasía pendiente de un like.

Me preocupa ver a una sociedad hipnotizada frente a sus teléfonos. Me preocupan nuestros jóvenes, que en muchas ocasiones han cambiado la calle por la soledad de sus habitaciones. Me preocupa la engañosa realidad que publicamos en las redes sociales. La tecnología es fantástica, haciendo un uso adecuado de ella. Nos han dado pistolas, pero no nos han enseñado a disparar… ni tampoco nos preocupa.

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